• Transición

    Fin de semana de transición. Muchos han regresado de vacaciones, otros las toman ahora. Vuelta a la normalidad, a lo cotidianidad… Empieza el nuevo curso académico. Colegios, institutos, centros universitarios… todos a clase. Los días pasan a una velocidad de vértigo. Por eso, es conveniente parar, reflexionar, meditar, orar, disfrutar del aire libre, de la naturaleza, ¿qué ves?, ¿qué oyes?, ¿qué saboreas?, ¿qué hueles?, ¿qué percibes?

  • De epidemias y pandemias

    Se especula en los medios de comunicación sobre una próxima pandemia y no tardando mucho, anda, pero eso es lo que quieren las élites mundiales, afirman los alarmistas y conspiranoicos de turno. Pues no. Epidemias y pandemias las ha habido siempre, desde la noche de los tiempos. De todas se aprende y se extraen conclusiones para hacer frente a la siguiente. Hemos eliminado muchas enfermedades y patógenos; pero surgen otros. Nada nuevo.

    Asi, La Coalición para Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han pedido a investigadores y gobiernos que fortalezcan y aceleren la investigación global para prepararse para la próxima pandemia.

    Enfatizaron la importancia de ampliar la investigación para abarcar familias enteras de patógenos que pueden infectar a los humanos, independientemente de su riesgo pandémico percibido, así como centrarse en patógenos individuales. El enfoque propone utilizar prototipos de patógenos como guías o pioneros para desarrollar la base de conocimientos para familias enteras de patógenos.

    En la Cumbre Mundial de Preparación para Pandemias 2024 celebrada en Río de Janeiro, Brasil, el Plan de I+D para epidemias de la OMS emitió un informe donde se instaba a un enfoque más amplio por parte de investigadores y países. Este enfoque tiene como objetivo crear conocimientos, herramientas y contramedidas ampliamente aplicables que puedan adaptarse rápidamente a las amenazas emergentes. Esta estrategia también tiene como objetivo acelerar la vigilancia y la investigación para comprender cómo los patógenos transmiten e infectan a los humanos y cómo responde el sistema inmunológico a ellos.

    En fin, habrá una próxima pandemia y estaremos mejor preparados. La lucha por un mundo sin enfermedades sigue su curso.

  • Ciencia y fe, un conflicto aparente.

    La imagen popular de la relación entre ciencia y fe cristiana es de antagonismo, conflicto e incluso guerra. Por el contrario, intentaré mostrar que a pesar de algunos episodios de tensión, la relación general entre la ciencia y el teísmo bíblico ha sido en gran medida cooperativa y fructífera. Examinaremos primero los orígenes de la ciencia moderna y los orígenes de la tesis del conflicto; luego, en el asunto Galileo y las reacciones de los científicos y teólogos cristianos a la teoría de la evolución. Por último, haré algunas observaciones sobre la relación complementaria entre ciencia y fe cristiana.

    Los orígenes de la ciencia moderna

    La revolución científica

    La ciencia moderna surgió en Europa occidental en los siglos XVI y XVII. Los acontecimientos de ese período nos conocen como la revolución científica. El primero (en 1543) fue la publicación por Nicolás Copérnico de su modelo heliocéntrico del sistema solar. Entre los desarrollos que siguieron se encuentran las leyes del movimiento planetario de Kepler, las observaciones telescópicas de Galileo, la ley de gravitación universal de Newton y los estudios experimentales de gases realizados por el químico Robert Boyle. Es significativo que la revolución científica se produjera en una cultura impregnada de una cosmovisión cristiana y sorprendente que casi todos sus líderes estuvieran profundamente comprometidos con la fe cristiana. Tanto Copérnico, administrador de la Iglesia Católica Romana, como Johannes Kepler, protestante, eran creyentes cristianos devotos. Galileo se mantuvo fiel a su iglesia, a pesar de la oposición de personas de los establecimientos académicos y eclesiásticos que no pudieron adaptar sus descubrimientos a su visión aristotélica del mundo. Newton pasó más tiempo estudiando la Biblia que haciendo ciencia y tanto Newton como Boyle fueron escritores teológicos prodigiosos.

    ¿Por qué surgió la ciencia moderna en la cultura cristiana?

    Uno puede hacerse la pregunta: ¿Por qué la ciencia moderna surgió en la cultura cristiana de Europa occidental, en lugar de en el antiguo Egipto, Grecia, China o Oriente Medio? Aunque las sociedades no cristianas hicieron importantes contribuciones a las matemáticas y la astronomía, ninguna de esas sociedades produjo nada remotamente parecido a la ciencia moderna.

    Para que la ciencia comience, se necesita un conjunto de presuposiciones, o creencias fundamentales, sobre el mundo natural. Estas creencias incluyen las siguientes:
    1. El universo es bueno y es bueno saberlo. Si la gente cree que la materia es mala, no se inclinará a investigarla.
    2. El universo es regular, ordenado y racional. Si la gente cree que el comportamiento material carece de orden, no se molestará en estudiarlo.
    3. Este orden podría ser de dos tipos. Podría ser un orden necesario, en cuyo caso deberíamos poder descubrir el orden mediante el pensamiento puro. Alternativamente, podría ser un orden contingente, en cuyo caso debemos descubrir el orden mediante observación y experimento. Creer en el orden necesario es desastroso para la ciencia, mientras que creer en el orden contingente es esencial para su desarrollo.
    4. La percepción del sentido humano y la razón son básicamente confiables, y los patrones regulares de comportamiento material son inteligentes para la mente humana.

    Estas creencias nos parecen obvias, pero sólo porque vivimos en una cultura que las ha mantenido durante cientos de años. Otras culturas tenían creencias bastante diferentes sobre el mundo material.

    Varios historiadores han sugerido que la ciencia moderna surgió en una cultura cristiana porque las creencias cristianas fundamentales proporcionaron los presupuestos necesarios para que la ciencia comenzara. El erudito británico R. G. Collingwood, ha escrito:

    “Las presuposiciones que componen esta fe católica, preservadas durante muchos siglos por las instituciones religiosas de la cristiandad, han sido, de hecho histórico, las presuposiciones principales o fundamentales de las ciencias naturales desde entonces.”

    ¿Cómo se derivan estas presuposiciones de las creencias cristianas fundamentales?
    1. Los científicos del siglo XVII creían que el mundo material era bueno porque Dios lo había hecho bueno. Génesis 1 termina con el comentario, “Dios vio todo lo que había hecho y fue muy bueno” (Gén. 1:31). Además, la bondad esencial de la materia es afirmada por la Encarnación.
    2. Los fundadores de la ciencia moderna creían que el universo es regular, ordenado y racional porque Dios es personal, racional y fiel.
    3. Creían que el orden del universo es contingente porque la existencia y el comportamiento del mundo creado dependen de la voluntad de un Creador soberano. La importancia de esta perspectiva teológica, para la ciencia, es que no se puede deducir el comportamiento del mundo natural a partir de los primeros principios. Dios podría haber creado un mundo que se comportara de la manera que quisiera, así que si quieres saber cómo se comporta el mundo, tienes que ir y mirar. De ahí la importancia de la observación y la experimentación, enfoque que distinguió la ciencia del siglo XVII del enfoque deductivo de los antiguos griegos.4
    4. Los científicos del siglo XVII creían que el comportamiento del mundo material es inteligible para la razón humana porque Dios nos ha hecho a su imagen y nos ha dado una mente con la que pensar.

    Todas estas creencias se derivan de la doctrina cristiana de la creación.

    Científicos cristianos de los siglos XIX y XX

    Es cierto que hubo un declive de la fe religiosa entre los científicos tras la publicación de Darwin, El Origen de la especies, en 1859. Sin embargo, la obra de Darwin no parece haber sacudido la fe de los grandes físicos del siglo XIX. Michael Faraday, James Joule, Lord Kelvin y James Clerk Maxwell, por ejemplo, eran todos creyentes cristianos devotos. En el siglo XX, el astrónomo Arthur Eddington, Charles Towns y William Phillips, premios Nobel de física, y Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano, afirmaron públicamente su creencia en Dios. Collins ha expresado la maravilla espiritual de la investigación científica con estas palabras: “Cuando se revela algo nuevo sobre el genoma humano, experimento un sentimiento de asombro al darme cuenta de que la humanidad ahora sabe algo que sólo Dios sabía antes.”

    Menciono las creencias teístas de estos destacados científicos, no para afirmar que la mayoría de los científicos contemporáneos son teístas, sino simplemente para desafiar la imagen popular del conflicto entre ciencia y religión.

    En el artículo que enlazo de Nature se ofrece un análisis de este asunto: «Cómo los científicos religiosos equilibran el trabajo y la fe»: https://www.nature.com/articles/d41586-024-01471-0

  • La CEPI y la OMS promueven una estrategia de investigación más amplia para que los países se preparen para la próxima pandemia

    La Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han hecho hoy un llamamiento a investigadores y gobiernos para que refuercen y aceleren la investigación mundial con el fin de prepararse para la próxima pandemia. 

    Ambos organismos han subrayado la importancia de ampliar la investigación para englobar familias enteras de patógenos que pueden infectar a los seres humanos –independientemente de su presunto riesgo pandémico– y de centrarse en patógenos concretos. Con este método se propone utilizar prototipos de patógenos como guías o precursores para establecer la base de conocimientos de familias enteras de patógenos. 

    En la Cumbre de 2024 sobre Preparación Mundial ante Pandemias, celebrada en Río de Janeiro (Brasil), el Proyecto de la OMS de I+D sobre las Epidemias publicó un informe en el que se instaba a investigadores y países a adoptar un enfoque más amplio con objeto de generar conocimientos, herramientas y contramedidas ampliamente aplicables y que puedan adaptarse rápidamente a las amenazas emergentes. Con esta estrategia se pretende también acelerar la vigilancia y la investigación con el fin de comprender la transmisión de los patógenos, cómo infectan a los seres humanos y cómo responde a ellos el sistema inmunitario. 

    En el informe los autores equiparan su recomendación actualizada a imaginar que los científicos son personas que buscan unas llaves perdidas en una calle (el siguiente patógeno pandémico). La zona iluminada por la farola representa los patógenos que están bien estudiados y cuyo potencial pandémico se conoce. Al investigar prototipos de patógenos, podemos ampliar la zona iluminada, lo que permite conocer y comprender familias de patógenos que actualmente quizá estén en la zona oscura. En esta metáfora los espacios oscuros incluyen muchas regiones del mundo, en particular entornos de escasos recursos y con una rica biodiversidad, que todavía son objeto de vigilancia y no están demasiado estudiados. Puede que estos lugares alberguen patógenos nuevos, pero carecen de la infraestructura y los recursos para efectuar una investigación exhaustiva. 

    «El marco científico de preparación para la investigación de epidemias y pandemias publicado por la OMS supone un cambio fundamental en la forma de tratar el desarrollo de contramedidas, cambio que cuenta con el firme apoyo de la CEPI. Como se señaló en la Cumbre de 2024 sobre Preparación Mundial ante Pandemias, celebrada en Río de Janeiro (Brasil), este marco contribuirá a dirigir y coordinar la investigación sobre familias enteras de patógenos, una estrategia que pretende impulsar la capacidad para responder con rapidez a variantes imprevistas, patógenos emergentes, saltos  zoonóticos y amenazas desconocidas, a las que se hace referencia como patógeno X», declaró el Dr. Richard Hatchett,  Director Ejecutivo de la CEPI

    En la labor priorización que sustenta el informe participaron más de 200 científicos de más de 50 países, quienes evaluaron los conocimientos científicos y la evidencia sobre 28 familias de virus y un grupo nuclear de bacterias, con un total de 1652 patógenos. El riesgo epidémico y pandémico se determinó examinando la información disponible sobre los patrones de transmisión, la virulencia y la disponibilidad de pruebas diagnósticas, vacunas y tratamientos. 

    La CEPI y la OMS también instaron a realizar investigaciones coordinadas y colaborativas a escala mundial para prepararse ante posibles pandemias.

    «La historia nos enseña con respecto a la próxima pandemia que no se trata de si sucederá sino de cuándo sucederá. También nos enseña la importancia de la ciencia y de la determinación política para mitigar su impacto», declaró el  Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. «Necesitamos que esa misma combinación de ciencia y determinación política se aúne mientras nos preparamos para la próxima pandemia. Profundizar nuestros conocimientos sobre los muchos patógenos que nos rodean es un proyecto de ámbito mundial que requiere la participación de científicos de todos los países». 

    Para facilitar la labor, la OMS está en conversaciones con instituciones de investigación de todo el mundo para establecer un Consorcio para la Investigación Colaborativa y Abierta (CICA) para cada familia de patógenos, con un centro colaborador de la OMS como base de investigación para cada familia. 

    En estos CICA participarán investigadores, desarrolladores, entidades de financiación, organismos de reglamentación,  expertos en ensayos y otros, con el objetivo de promover una mayor colaboración en la investigación y una participación equitativa, especialmente en lugares donde se sabe que circulan patógenos, o es muy probable que circulen. 

    Contactos para los medios

    Servicio de Prensa para los medios de comunicación:

    OMS

    Email: mediainquiries@who.int

    Oficina de Prensa de la CEPI

    Teléfono: +44 7387 055214

    Email: press@cepi.net

    Fuente: Organización Mundial de la Salud. Servicio de Prensa

  • El viejo del bastón colorado

    Durante los años que viví en el desierto hice muchas amistades, algunos eran beduinos morabitos, como así son conocidos los hombres que cultivan el misticismo del islam y el abandono de las cosas mundanas. Estos morabitos podrían ser el equivalente a los ermitaños cristianos. De ellos he aprendido numerosos aspectos que constituyen, en realidad, una forma de espiritualidad común a cristianos y musulmanes y que son, en mi opinión, el verdadero puente para el diálogo interreligioso. Me refiero a la mística del desierto.

    Obtuve distintos frutos de este acercamiento personal a los morabitos, uno de ellos fue el enriquecimiento literario, otros relacionados con la amplitud de miras al tratar con representantes de otras tradiciones culturales. En cualquier caso, siempre resultó positivo.

    En el Sahara entablé una hermosa relación fraterna con un hombre muy mayor, de unos 100 años, beduino cabrero, tremendamente sabio y sencillo. De tanto hablar quise recrear los últimos días de ese hombre y escribí un texto como si yo mismo fuera el beduino en cuestión. Lo titulé “El viejo del bastón colorado”.

    (Se puede adquirir aquí: https://www.amazon.es/dp/B0D9C21LJP)

  • Reflexión sobre el tiempo

    ¿Qué es el tiempo? Una pregunta que puede ser abordada desde la física, la filosofía, la teología… el tiempo, hoy ya a las puertas de un nuevo fin de semana. «Tempus fugit», el tiempo vuela. Entre el instante de nuestro nacimiento y nuestra muerte, aparentemente distantes uno del otro, tenemos que construir nuestra vida, tomar decisiones, caminar… teniendo en cuenta que «nacemos situados», en un ambiente social determinado, con una carga genética, hereditaria y familiar concreta. Con esos materiales edificamos nuestro cotidiano existir. Lo que nos rodea ejerce influencia y poder. No es lo mismo nacer en familia rica o pobre, en un país occidental o en un país africano, estar sanos o venir ya con problemas de salud, a veces enfermedades graves.

    En cualquier caso, lo importante es cómo afrontamos las situaciones que nos toca vivir, qué estamos dispuestos a hacer para cambiar lo que no nos gusta y cómo nos situamos ante el mundo.

    Voluntad, disciplina, lealtad, compromiso… son valores a tener en cuenta.

    Seguimos. Paz y bien.

    “Sed sagaces, sed sencillos” (san Mateo 10, 16-23).

    (Foto: Plaza Mayor. Valladolid).

  • Trabajo digno

    A veces es difícil ver el valor de nuestro trabajo. Damos mucho por sentado. Atrapados en la rutina, mucha gente se olvida de dar importancia a lo que hace, mientras otros luchan por encontrar un empleo remunerado.

    El trabajo digno es un derecho del ser humano. Su negación es una de las mayores injusticias que se pueden cometer.

    Paz y bien.

    “Rogad al Señor que mande trabajadores a su mies” (san Mateo 9, 32-38).

  • Promover la paz desde el amor.

    Necesitamos tener una relación correcta con las personas, para que otras personas puedan amarnos en niveles más profundos y para que nosotros también podamos amarlos. Nada más abre el espacio del corazón de una manera tan positiva y continua.

    Para mantener abierto el espacio del corazón, precisamos algo de curación con respecto a las heridas que llevamos del pasado. Y todos tenemos esas heridas. Aquí es cuando sabemos que el trabajo que debemos hacer nos llevará a lugares a los que quizá no queramos ir.

    Desde esa relación correcta y amorosa, promover la paz es todo menos un esfuerzo tranquilo y silencioso. Se necesita una mente clara, un espíritu firme y un alma valiente para intervenir entre personas cuyas emociones están tan excitadas que están dispuestas a destruirse unas a otras. Más que nunca esta tarea es prioritaria.

    Paz y bien.

    “Ánimo, hijo, tus pecados son perdonados” (san Mateo 9, 1-8).

    (Foto: Pasaje Gutiérrez. Valladolid).